Cada día me reafirmo más en mi creencia en que de todo, en esta vida, se obtiene algo positivo. Cualquier circunstancia es adecuada para aprender de ella, para sacar alguna conclusión que nos ayude a ser mejores personas, o cuando menos a intentarlo.
Tengo en casa, circunstancial y temporalmente, a alguien que destila odio a manos llenas*. Boss y yo le damos muchas vueltas al tema, y le buscamos una y otra vez explicación a tal hecho, aunque sin éxito. Nos está resultando realmente incómoda esta convivencia, que es, en cualquier caso, inevitable cada verano.
Por otro lado, ayer, tarde de playa y reflexiones, efecto colateral lo segundo de lo primero, elogiábamos, en el transcurso de una conversación que muta de lo trivial a lo serio con la misma facilidad con que uno se levanta o se sienta, elogiábamos, decía, a un familiar cercano por su generosidad, virtud de la que no presume pero que salta a la vista de cualquiera que le conozca minimamente. Es, realmente, la persona más generosa que conozco, tanto si nos referimos a bienes materiales como a asuntos de cualquier otra índole.
Hablando y hablando llegamos al punto casi inevitable de relacionar y comparar, algo feísimo por otro lado, al primer personaje citado hoy con el segundo, y la conclusión unánime fue que nuestro odiador, odiadora en este caso, vería intereses ocultos en la generosidad de nuestro hombre, y es que, desgraciadamente, a veces, las virtudes y los defectos de la gente no están tanto en quién los porta sino en los ojos de quién los mira.
Actualización necesaria tras nueva reflexión: ¿Estará el defecto de nuestra odiadora en nuestros ojos? ¡Joder, que complicado es esto de jugar a filósofos!
*En este punto la palabra inicial era «espuertas», pero una vez más el diccionario me ha devuelto la patada.
Me gusta pasar de puntillas y apenas hacer ruido. Con esto quiero decir que aunque no siempre deje constancia de mi paso, vengo a menudo.
Me ha llegado el primer párrafo (Cada día me reafirmo más en mi creencia en que de todo, en esta vida, se obtiene algo positivo. Cualquier circunstancia es adecuada para aprender de ella, para sacar alguna conclusión que nos ayude a ser mejores personas, o cuando menos a intentarlo)y tenía que agradecerte el recordatorio.
Gracias!
Agux, no te sientas obligado a comentar, es algo que yo no soporto hacer, así que espero lo mismo de quién tenga a bien pasar por aquí.
Yo, como tú, me he vuelto muy desagradecida, y por lo tanto ya no «compro» comentarios, más que nada porque me salían muuuuuuy caros en cuanto a tiempo, así que te digo lo mismo: por donde paso lo hago porque me gusta, y si no comento es porque, a veces, el silencio se agradece más que los comentarios forzados…
Gracias a dios tengo blogueros/lectores que me comprenden y me aceptan así, y eso me basta, y espero sinceramente que te encuentres entre ellos.
Un saludo
Uff… ahora mismo no doy pa’más. Pero en otro momento quizás aporto algo sustancioso.
🙂
Pues tengo que decir que no buscaste bien en el R.A.E. porque aunque «espuertas» no aparece sí lo hace «espuerta»… y además se refleja la expresión «a espuertas» en el sentido que tú le das a la frase.
He dicho.
Por lo demás buena reflexión sobre el odio y la generosidad como reverso y anverso de una misma moneda.
Biquiños 😉
Irre, estoy segura de que aportarías, y mucho.
Un beso, reina, y no te preocupes, no podemos abarcarlo todo.
¿Cunchiña?…..
Cunchiña, gracias. Y mira que me pasa veces lo de poner palabras en plural…… ainsssss. Pues esta vez no había caído, fíjate.
El mero hecho de que pienses que quizás seas tú quien esté mirando con malos ojos a esa persona, te exime de estar haciéndolo.
Las malas personas… y hazme caso, sé mucho acerca de malas personas que ven intenciones oscuras en lo que hacen personas mejores… nunca se plantean si no estarán siendo excesivamente críticos.
Sobre las comparaciones, se dice que son odiosas, pero también necesarias. Necesitamos comparar para poder discernir y clasificar todo aquella información que recibimos en el día a día. Si no comparásemos lo malo con lo bueno, no podríamos distinguir lo uno de lo otro.
Y sobre tu particular ‘travesía por el desierto’, haces muy bien en buscar lo positivo, lo bueno… lo malo no merece la pena retenerlo. El Karma tiene algún motivo para hacernos pasar por malos momentos.
Bicos (y estos tampoco están en el diccionario del RAE, pero no pienso dejar de enviártelos ni aunque me obligue toda la Academia en pleno 🙂 )
Manuel, se ve claramente que tú me ves con buenos ojos, jajajajja.
Yo no sé si es el Karma o la madre que parió a Panete, el caso es que todo se resume en uno de los sancta sanctorum de nuestros mayores, usease, los refranes, y hay uno que reza: no hay mal que por bien no venga. Y yo lo tengo más que comprobado.
Gracias por el último párrafo. Me ha llegado un cariño y una inyección de energía que no te puedes imaginar.
Biquiños pra ti tamén.